Por ejemplo, esto puede suceder a víctimas de crimen y guerra, cuya identidad no puede ser reconocida.
Disfrazar la identidad de uno puede también ser por elección, por razones legítimas como la privacidad y, en algunos casos, seguridad personal. Los criminales a menudo prefieren mantener su anonimato, como en el caso de escribir una carta con una amenaza o demanda.
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