El budismo enseña la doctrina del karma, que es la ley de causa y efecto en relación con nuestras acciones. "Karma" significa que lo que quiera que uno siembra, eso recoge, sea bueno o malo. Las consecuencias de los actos meritorios son siempre buenos. Por otro lado, los actos malvados aseguran una retribución dolorosa. Los budistas son conscientes de que con nuestras acciones estamos creando nuevo karma constantemente. Alguien que cree en la ley de la causalidad tendrá por tanto cuidado de no causar daño a la gente, a los animales, a las plantas o a la propia tierra, ya que dañarles a ellos es simultáneamente dañarse a sí mismo.
Esto tiene lugar en dos niveles. Desde el punto de vista de la realización espiritual, nos dañamos a nosotros mismos cada vez que dañamos el medio ambiente porque somos el medioambiente. Desde el punto de vista de la ley de la causalidad, nos dañamos a nosotros mismos porque creamos karma negativo del que sufriremos antes o después. Un/a devoto/a budista nunca podría, por ejemplo, verter productos químicos tóxicos al río, porque sabría inequívocamente que se está envenenando a sí mismo/a en un sentido tanto inmediato como futuro. Esto es, está envenenando su cuerpo absoluto -el mundo- y está envenenando su futuro mediante la adquisición de mal karma.
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